giovedì 25 settembre 2014

Pluma y alcohol

Me repudio porque no termino de entender en lo que me he transformado, y una densa capa de esperanza me ha contado que debo de seguir intentando. Es más estúpido, mucho más para mí, tener las cuatrocientas respuestas y las mil y una preguntas y no poder formularlas para el bien común. Ya no sé tratar con la gente, me habían dicho que el oficio de escritor es soledad y en eso me ha convertido cuando yo menos lo quise; me habían dicho también que mientras más aprendes más desdichado te vuelves y eso es como un canon de mi vida, pero me encanta poder escupir en sus caras que Yo Sé. Antes me conformaba con que los ignorantes me crean, ahora que cierro la boca hasta a la gente culta mi vida es más propensa al suicidio y no me termino de explicar si en realidad madurar y aprender tengan algo que ver con las ciencias o las humanidades o las artes, y el estiercol me sale por las orejas, se dan cuenta, antes llegaba a ellas, ahora estoy propiamente en la Mierda. Y de cuando a acá me volví altruista, esas cosas son o de maricas o de feos, y este miedo enorme a la vejez, a crecer, jamás fue innato, como jamás he odiado a las rosas, a al olor del sexo por la mañana, ahora resulta que me preocupo y me hace peor. Me duele tener que utilizar a una dama, así le cuento que jamás será en serio y me manda a rodar, me hago esos mundos que a nadie les cuesta y con toda la arrogancia necesaria del asunto me doy cuenta de mi simple imbecilidad, mi sinceridad ha partido los límites, me ha regalado una reputación a medias. Doy al Tiempo y lo que se venga las gracias de poder todavía tener algo de mí aquí adentro, mi alcoholismo y mis ganas de escribir para siempre.