sabato 13 giugno 2015

Para ella aunque no sepa

Ella debe ser algo así como una melodía de noches tristes de añoranza, de una belleza encomiable y de un dolor desgarrante. Una vez me atreví a decirle que me gusta con la mirada y con la mirada me respondió que también yo a ella, pero así como muda fue nuestra actuación, mudos fueron los resultados y mudo fue también el intermedio, ese que está de por medio y quién primero llegó, sin retrasos elegantes y sin retóricas brillantes, solo llegó y todo lo demás poco bastó. Ella es de las que abraza con el alma, de las que sonríen con esperanza, de las que no mienten ni por cobardía, de las que le prefieren compartir su tarde dichosa al mundo a pesar de que el imbécil mundo las haya olvidado; ella besa solo porque ama, bebe solo porque le divierte y baila solo porque lo siente, camina desesperada por rumbos indiscretos y bastardos si en soledad está, y sabe amar porque la vida se lo ha enseñado y no por otra cosa. La otra noche me percaté de que no tiene jamás reproches, era una ilusión bastante injusta, entonces le pregunté si lloraba por dentro y me abrió su poesía por minutos: descubrí la grandeza de su sentir, descubrí que no soy el único que ríe cuando también llora, descubrí que los seres más grandes jamás delatan así como así su grandeza y que en unas palabras, una continuidad de registro bajo de significados, uno puede encontrar el mundo. De esa forma me gustó, la luna estaba miel y la vida al límite de la mediocridad, quise tomarla de la mano, tocarle con los labios los suyos, que sus dientes juguen a amarse con los míos y que mis palmas hagan el amor con sus cabellos; quise que el tiempo se paralice, que las fuentes canten sin el bullicio de la gente, que los bustos regados a la deriva de los dioses y las diosas más hermosas del Olimpo observen el momento y envidien, sin querer, que por un instante vivimos ese infinito del que tanto hablaron los poetas. De esa forma me callé, y las ilusiones del futuro a su lado se desvanecieron y sus ojos que deseaban los míos se ensombrecieron, y su piel de leche se quitó el deseo de quererme querer y mi garganta muda y seca una vez más se privó de ese quid de auroras y orquídeas, de duendes y rubíes, de prosas y teatros, de ideas y revoluciones que es beber de su piel. De esa forma quise olvidar, y no pude, que alguien más la espera en su pieza para hacerle creer que no podrá vivir sin él por una noche más.