Con tus lentesitos de sol y un poemario, así te recuerdo esa tarde de verano en la estación de trenes. Me contaste porque en París a uno le comienza a gustar el arte y yo me enamoré de París y de ti. Escuchamos algo algo así como una canción, "los argentinos de rock sí que saben", te dije, tú mirabas las estrellas como si escondieran algo y las estrellas te miraban a ti como envidiandote. "¿Quieres ser mi musa?", te dije, así con un respeto de hombre gentil y tú sonreíste, "la vida es bella", dijiste y nos abrazamos. Otras veces bebimos y fumamos mucho, e hicimos el amor en casi todos los rincones de la existencia; cuando estuvimos a solas bailabamos como dos locos y carcajeamos como nunca, tú me enseñaste que la única cosa más hermosa que tu cuerpo es tu mirada y yo creo que te enseñé a amar de verdad. Así nos la hemos pasado, felices, no había nada más interesante que escucharnos hablar, no había nada mejor que lo que nos gustaba, no había mundo sin ti. Una noche con aguacero me besaste en la frente con la ternura de un niño, no era tu adiós, no existieron jamás adioses con nosotros, era solo tu forma bonita de decirme "hasta la próxima". Lloré por estúpido y tú regresaste a él, nada funcionó entre ustedes, las cosas eran peor y me llamabas por las noches para recordar que un día fuimos felices juntos, yo te exijía que lo dejes sin ningún derecho, pero tú no lo hiciste. Quizás ahora de casados se lleven por fin mejor, lo noto porque has dejado de buscarme, no te preocupes, no pasa nada, estoy acostumbrado a ser el tercero.
https://www.youtube.com/watch?v=Ln7BIW8C5R8
domenica 12 aprile 2015
giovedì 9 aprile 2015
El suicida de turno
Tengo un instinto suicida; aquellos quienes me conocen lo saben y me comprenden, y tambièn Pizarnik me comprende. A veces quiero morir, dejarme andar quizàs o cansarme definitivamente de que me importen tanto las cosas que nadie màs quiere ver. Pavese tambièn me ha entendido, y èl dirìa que vivir es como estar eternamente enamorado, pues es de cara al amor, cuando uno se da cuenta de lo ìnfimo que resulta ser en comparaciòn con el mundo. No es novedad que me quiera matar: si todo les doliese, ¿no abrazarìan tambièn ustedes al suicidio?, talvès si habrìan de caminar los mismos senderos que yo, desearìan tambièn acabarse. No me apena el hecho, no es de entristecerse, la verdad no es ni de comentar, pero como todo tiene una razòn de ser en esta suerte de sueño empedernido, he aquì mi razòn: quizàs alguien por ahì, no tan fuerte de moral y con un alma podrida. como la mìa, encontrarìa un placer casi fetichista en quitarme la vida; quizàs esa persona estè leyendo esto, quizàs me haga un gran favor. Es asì como se buscan los verdugos hoy en dìa, en Facebook, porque todo està aquì y terminarà de la misma manera, y aùn ando yo, por calles oscuras, escribiendo una carta a alguien quièn por amor, tambièn me podrìa matar.
Nosotros, los poetas suicidas, hemos entendido tantas cosas que ustedes todavìa no saben, que les costarà saber y que no se querràn enterar, y esas cosas inservibles, son aquellas mismas, las que nos mantienen lejos de todo, incomprendidos y aislados, prodigios de la mierda dirìa Bukowski. Safo y yo compartimos ese sabor a nada, ¡ven que tenìa razòn cuando decìa que ellas sienten màs!, si hay màs poetizas suicidas que poetas y las entiendo, he entendido siempre a las mujeres, he aprendido a ser buen amante y a ser interesante solamente por ellas, y hasta he aprendido a amar. ¡Pero basta de juegos!, la dama que busco en esta tarde gris se llama LaMorte, es de una belleza exquisita, no se dirìa que lleve tantos años encima, quisiera como Espronceda, poder besarla, y en esa piel de leche hundirme hasta lograr desfallecer. LaMorte debe de vestir muy elegante y de seguro tiene esa mirada de imponencia que amo en aquellas que me suelen gustar màs que las demàs, y quizàs sabiendo hacer, como hasta ahora, podrìa tambièn yo enamorarla, atraerla con palabras y sonrisas, limitarla a extrañar mi mirada cada vez hasta que se decida por fin y me lleve con ella.
Nosotros, los poetas suicidas, hemos entendido tantas cosas que ustedes todavìa no saben, que les costarà saber y que no se querràn enterar, y esas cosas inservibles, son aquellas mismas, las que nos mantienen lejos de todo, incomprendidos y aislados, prodigios de la mierda dirìa Bukowski. Safo y yo compartimos ese sabor a nada, ¡ven que tenìa razòn cuando decìa que ellas sienten màs!, si hay màs poetizas suicidas que poetas y las entiendo, he entendido siempre a las mujeres, he aprendido a ser buen amante y a ser interesante solamente por ellas, y hasta he aprendido a amar. ¡Pero basta de juegos!, la dama que busco en esta tarde gris se llama LaMorte, es de una belleza exquisita, no se dirìa que lleve tantos años encima, quisiera como Espronceda, poder besarla, y en esa piel de leche hundirme hasta lograr desfallecer. LaMorte debe de vestir muy elegante y de seguro tiene esa mirada de imponencia que amo en aquellas que me suelen gustar màs que las demàs, y quizàs sabiendo hacer, como hasta ahora, podrìa tambièn yo enamorarla, atraerla con palabras y sonrisas, limitarla a extrañar mi mirada cada vez hasta que se decida por fin y me lleve con ella.
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