sabato 22 aprile 2017
Darren, un existencialista post-moderno
Por el contrario de lo que se piensa de una película de Aronofsky, la pregunta de "si vale o no la pena vivir", uno debe hacersela al desenlace y no durante la trama. Con excepción de Noé, claro está, sus películas han querido seguir una suerte de Odisea hacia la felicidad suprema, obviamente, hacia el sueño vendido; los personajes, tan peculiares, como geniales, no dejan de ser humanos en una estética de la casi-fantasía y siempre terminar por defender la postura del ideal, casi platónico, aunque sepan de su condena. Injustamente, diría yo, se le atribuye al autor solamente el uso repetitivo del split-screen con cierta coherencia, algo que hacen todos, o lo han hecho alguna vez; pocos los que se han atrevido a leer en los encuadres de este artista cierta coherencia también ética. De hecho, cuando Nina Sayers decide que valía la pena morir si iba a ser por cumplir su sueño de perfección, es feliz en su dolor; entonces ella se sintió perfecta, y por esto pagó con la muerte, pero su vida estaba hecha para ese solo momento, ¿hizo mal? Lo que para Nina era la perfección, para Robin Ramzinski era la gloria; ambos, en cierto modo buscan la muerte sin darse cuenta, pero para que la muerte valga la pena tiene que valer o la gloria o la perfección. Ellos, veían el mundo como lo vivía Baudelaire cuando dijo "¿Qué le importa la condena eterna a quien ha encontrado por un segundo lo infinito del goce?" en su conocido poema en prosa Le mauvais vitrier. Pero estos malditos han decidido que morirán en su placer, y entonces han decidido por la eternidad de un segundo de goce; lo que los existencialistas llamarían "heorísmo". Estas elecciones abren un camino moral, es decir, ellos aman más sus aficciones que sus propias vidas. El resultado entonces puede parecer catastrófico para el espectador/lector inocente, pero es el logro más anhelado para los personaje, por lo cual, el final triste se convierte en un final de liberación, en una especie de sadismo de fenix por resucitar de sus cenizas no en la conciencia de alguno, porque saben que la conciencia no es trascendental, sino en su propio delirio. Maximilian Cohen, en "Pi" descubre la "verdad", y esto es lo más anti-existencialista que puede haber, pero el desenlace lo dice todo, Maximilian se quita la vida porque se da cuenta de una verdad catastrófica o insulsa que lo lleva al suicidio; él no se queda en el primer estadío del hombre que siente el vacío, sino que en algún momento, encuentra la inmortalidad en su muerte, metafóricamente hablando por supuesto. En cambio Harry sí se queda en el primer estadío del hombre existencialista por excelencia, él buscó una felicidad incompleta porque su adicción lo llevó, como a su madre, su novia y su amigo, a la ruptura con la realidad desde el principio. La felicidad imposibilitada, el sueño americano, había ya sido explorado por los filmes "gangster" y por Lynch en Mulholand dr; sin embargo, esta felicidad, dividida en "tableux" de tendencia experimental, no viene realizada ni después de la condena, ni después de la muerte. La vida de estos personajes está marcada desde el uso estético de los enfoques y colores de la película. Así pues, se puede decir que de sus películas, las mejor realizadas, aunque Requiem for a dream sea un cult del que dificilmente nos podemos deshacer, porque es brillante, son El Cisne negro y The Wrestler, ambas se merecieron el aplauso de los espectadores del festival de Venezia. Si bien la ética del desencanto, haya sido arto explorada a lo largo de la historia del arte; peculiar, diría yo, el desenlace de estas películas, que junto a Pi, se adhieren a abrir una pregunta en el espectador, que facilmente no puede ser resuelta y que lleva a pensar en los niveles de felicidad que puedan existir de persona a persona, en un mundo que no es un mundo para todos, sino para los que no son alguien, recordando bastante a Tarkovskij cuando dijo que el artista es un condenado desde que es artista, solo por el hecho de serlo. Noé es una de esas películas que no se necesitan ver para saber que es mala, y claro pues, ¿cómo un hombre que no ha mostrado otra cosa que no creer en la trascendencia se atreve a hacer una película sobre un cuento de la Biblia?, sin duda, un bajón lo puede tener cualquiera, y este escollo no lo borrará de la historia del cine, y me atrevo a sentenciar que será reconocido, al menos por Requiem for a dream, como un realizador de las nuevas avanguardias al lado de Lars von Trier y Gaspar Noé.
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