venerdì 19 maggio 2017
Él y ella, otra vez
Esa noche se amaron a mitad porque afuera les esperaban los cántaros, el café sabía más amargo de lo normal, la ensalada careció de sal, el olor a lino era más bien un olor a ropa húmeda y a sudor mal gastado. Durante casi toda la temporada habian contemplado desde dentro las gotas tímidas y regordetas asesinarse en el patio, sus cuerpos desnudos que parecían uno entre las sombras de aquella piecita adornada de libros y afiches de cine, se exponían con tal desfachatez al encuentro. Ahora las cosas eran distintas, él la había comenzado a culpar por su repetitivo italianismo, ella a él por su condescendencia incondicional que no era más que amor, pero que a ella le sabía a desamor, a improvisación y a descuido; a él en cambio, los recuerrentes tedios de ella, se le hacían novedades, y luego tedio, y se encontraba así, entre rituales desconocidos y juicios imperfectos, tratando de sobrellevar su amor, porque en algo se parecían, en todo, en más o menos todo, y en algún momento, en algún sueño, había realizado que en nada, pero eso no le dijo nada, resolvió armarse de coraje para conllevar algo que jamás había tenido inicio por el miedo a su final. Las pieles distintas, los ojos mudos, las sonrisas expuestas que antes eran un motivo de celebración de la carne, un pretexto para amarse en todos los modos posibles y a todas las horas posibles, ahora eran más bien barreras invisibles, tendencias que les impedían tocarse el alma, que bien habían sabido tocarse hasta que se dieron cuenta. Luego todo decayó. De alguna manera él se había dado cuenta de la despedida tácita, hace ya mucho que no se corría a contra el mundo de la mano, sino más bien que se evitaba el mundo, aunque ella lo había siempre evitado, pero él, ¿cuándo había comenzado?, y padeció por mucho amar, tal vez. Fue un abrazo al partir, o un beso en la mejilla, una sonrisa de adiós, los dientecitos de conejo, las pecas, los ojos despistados: siempre lo recordará. Ella por el contrario lo había planeado todo, como desde el inicio, pero tampoco lo creía, entonces la risa pícara de él, y la mirada intensa, y el aire triste en su semblante se los llevaría a la tumba. Un día le había dicho que tendría que tener una foto de él para recordarlo, jamás tuvo la valentía de pedírsela, la verdad es que a veces no sabía ni que pensar porque se encontraba en un laberinto sin salida, o creía encontrarse en él, de cualquier modo, amaba a otro, por costumbre o conveniencia o cualquier otro bienestar o malestar que sea, ella amaba a alguien más; esto él no lo supo comprender, aunque bien lo comprendía, pero no quería saberlo, entonces intentó e intentó con estúpida constancia, fallando por supuesto en el intento, enamorarla. Juntos eran un desastre lo sabían, muy dentro de ellos, desde cuando todo comenzó lo sabían y se atrevieron ya que valía la pena escapar un momento, salir a por la vida, a por la muerte en un beso y la felicidad a domicilio, a por las conversaciones infinitas y las cervezas decadentes, a los poemas improvisados a los juegos sádicos, a la luz de unos ojos, al quererse. Fue también por ello que no necesitaron de un adiós, fue también por eso que fingieron que volverían a verse, fue también por eso que lo de ellos había sido como una escapada de la rutina, para no morir de aburrimiento, y sin embargo, tuvo la pasión de los amores más infernales, y más trascendentales de sus últimos tiempos.
"The tell tale heart" y otras síndromes decadentes
El clima se ha vuelto loco, ha sido el remolino de la casa Usher y ha sido el recuerdo, y ha sido el olvido al mismo tiempo. Mi cuerpo, que resiente estas cosas también ha experimentado algo así como la falta de algo que conscientemente nunca tendrá sin saber lo que sea. Como el spleen de Baudelaire o la Nostalgia de Tarkovskij. Y esa charla sobre la infamia le quedaba chica a la oscuridad que alberga mi alma, por horas me sentí uno de esos personajes que Poe invoca, ejemplifica, contradice y enloquece, de esos que no saben expiar culpas y que se convierten en el único testigo de su infalible insania. Se abrieron así las interrogantes, no podía creerlo que una charla tan amena no comprenda en sí también a la culpa o a la venganza, que mucho han de decir sin hablar. Los comentarios fueron lúcidos, aunque ninguno refería los encausados al drama, sino que daban apreciaciones propias, desviados de lo que habían oído como si sus opiniones pudieran importarle a los judíos muertos en los campos de concentración o a las mujeres violadas día a día entre la crisis del hambre y la fama que se vive en el mundo.
Baudelaire también contó de una vieja triste, que era víctima y no victimaria, pero no de otro orate, como en el cuento de Poe, sino del tiempo, ese que merma las ganas y que vuelve árida la fertilidad. Pero de estos personajes sombríos, todos se salvan, incluso el del Golden Bug o el pintor de The oval portrait, porque el fin era otro y porque eran gente de manicomio, en cambio la infamia le pertenece al cristianismo y a la política, y aquí otra incógnita, si no se pudiera hablar de infamia para con los enfermos mentales, entonces los psiquiatras de Hitler y de los reyes católicos los habrían podido salvar hoy en día, y la infamia dejaría de ser un discurso de poder, me perdone Faucoult, para pasar a hablar de hipocresía o de sueño o de fantasía.
Decía que Baudelaire... porque vivimos banalizando el sufrimiento o, si quiero darle un poco de altruismo al discurso humano, vivimoa el segundo de placer a cambio del eterno llorar, aunque sabemos bien que no es así, el que no lo sabe, no vive aquí, quien sabe en dónde entonces... y una cosa lleva a otra, el personaje inmoral por ejemplo, de Gide y los tantos de Zola, resultan fascinantes, ¿hablar de la infamia transforma a un artista en infame?, esa pregunta quedó abierta sin razón, tal vez porque habría que haber leído más decadentismo, romanticismo filosófico y estetismo. O quizás porque los hechos que debía referir la literatura de infamia debían de ser más bien históricos, y en ello tampoco hay duda de la ambivalencia de los comentarios y de la ponencia, y yo que estaba cargado de mierda y de Bolaño y de sueños frustrados y de desorientación existencial, me colmaba además de infamia, de más está decir que si en ese momento algún pseudo infame hubiese querido joderme, yo me habría convertido inmediatamente en un infame y lo habría matado o a lo mucho, machacado a puñetazos, y otra vez, ¿la venganza vale como acto infame?
La conclusion sin embargo, a pesar de mis inferencias me llenó el vacío existencial, sin que eso me haya hecho sentir mejor, solamente satisfecho. Aceptar qe mientras humanos poblen la tierra, la infamia será parte de la historia es lo más sensato que pude oír hoy, más sensato que el bicicletero haciéndome querer pagar 20 euros por una cámara rota, que tal vez no rota estaba, más sensato que las nubes y el sol que se han vuelto personajes de Poe y del segundo Baudelaire y a veces de Pizarnik por la incertidumbre y la inconstancia. Mientras tanto mis días siguen sucediéndose en la mierda y el mundo está sumido en ella y no vamos a llorar, no se nos pida por la gente que murió hoy, ¿también esto es un acto infame? Y de aquí el empirismo y tal vez además el idealismo. Lo siento, mi mente es un desorden, lo sé.
Baudelaire también contó de una vieja triste, que era víctima y no victimaria, pero no de otro orate, como en el cuento de Poe, sino del tiempo, ese que merma las ganas y que vuelve árida la fertilidad. Pero de estos personajes sombríos, todos se salvan, incluso el del Golden Bug o el pintor de The oval portrait, porque el fin era otro y porque eran gente de manicomio, en cambio la infamia le pertenece al cristianismo y a la política, y aquí otra incógnita, si no se pudiera hablar de infamia para con los enfermos mentales, entonces los psiquiatras de Hitler y de los reyes católicos los habrían podido salvar hoy en día, y la infamia dejaría de ser un discurso de poder, me perdone Faucoult, para pasar a hablar de hipocresía o de sueño o de fantasía.
Decía que Baudelaire... porque vivimos banalizando el sufrimiento o, si quiero darle un poco de altruismo al discurso humano, vivimoa el segundo de placer a cambio del eterno llorar, aunque sabemos bien que no es así, el que no lo sabe, no vive aquí, quien sabe en dónde entonces... y una cosa lleva a otra, el personaje inmoral por ejemplo, de Gide y los tantos de Zola, resultan fascinantes, ¿hablar de la infamia transforma a un artista en infame?, esa pregunta quedó abierta sin razón, tal vez porque habría que haber leído más decadentismo, romanticismo filosófico y estetismo. O quizás porque los hechos que debía referir la literatura de infamia debían de ser más bien históricos, y en ello tampoco hay duda de la ambivalencia de los comentarios y de la ponencia, y yo que estaba cargado de mierda y de Bolaño y de sueños frustrados y de desorientación existencial, me colmaba además de infamia, de más está decir que si en ese momento algún pseudo infame hubiese querido joderme, yo me habría convertido inmediatamente en un infame y lo habría matado o a lo mucho, machacado a puñetazos, y otra vez, ¿la venganza vale como acto infame?
La conclusion sin embargo, a pesar de mis inferencias me llenó el vacío existencial, sin que eso me haya hecho sentir mejor, solamente satisfecho. Aceptar qe mientras humanos poblen la tierra, la infamia será parte de la historia es lo más sensato que pude oír hoy, más sensato que el bicicletero haciéndome querer pagar 20 euros por una cámara rota, que tal vez no rota estaba, más sensato que las nubes y el sol que se han vuelto personajes de Poe y del segundo Baudelaire y a veces de Pizarnik por la incertidumbre y la inconstancia. Mientras tanto mis días siguen sucediéndose en la mierda y el mundo está sumido en ella y no vamos a llorar, no se nos pida por la gente que murió hoy, ¿también esto es un acto infame? Y de aquí el empirismo y tal vez además el idealismo. Lo siento, mi mente es un desorden, lo sé.
lunedì 8 maggio 2017
Dia de mierda
"Día de mierda" y a epíteto bien empleado o algo así... eso pensaba desde el furgón de segunda clase en el que se había embarcado para leer ese libro que más parecía enciclopedia, una enciclopedia bien barroca que enseñaba indirectamente desde el estilo de Cervantes hasta el de Márquez, no sin pasar claro, por Mallarmé y Chesterton, por cuanto similares puedan ser, dos escritores que no se parecen en nada. Y claro, tenía que ser llevado a casa al mismo tiempo. El clima era un peligro inminente por esa época; características de la región en su graciosa primavera eran las lloviznas improvisadas que a veces venían acompañadas de ventarrones y a veces de un sol inconciente que no se daba cuenta de que su actitud oximorica habría de dejar a más de uno enfermo, 90 mil en todo Italia, habían dicho en el telegiornale de semanas atrás. Como sea la lluvia caía, y los días de mierda se habían sucedido con esporádico afán tal vez desde su nacimiento, pero últimamente era más insoportables que en antaño, quizás porque últimamente había dejado de alcoholizarse y de usar alucinógenos con una voluntad más bien fuerte, una voluntad de más-allá-del-hombre, diría Nietzsche, puesto que pretendía acabar por fin la universidad en lo que le quedaba de tiempo (que era un tiempo relativo que se había autoimpuesto), y perder la cabeza estaba bien a veces -siempre lo había sabido- pero con la exageración debida uno termina por perderla literalmente, y ya que su juicio no era muy confiable desde que falleció su abuelo, porque casi le da paranoia y de la ansiedad jamás pudo escapar, era mejor dejar de... y no dejar por... como siempre había hecho, o tal vez era dejar por, se decía con ademanes siniestros y hablando en soledad como si su juicio, en realidad jamas se habría recuperado del sosiego, tal vez era por el café o por la literatura o por pasar tiempo con su hermana que eran como fantasmas que rondaban de rato en rato su existencia, y se vislumbraban allí, sus futuros vicios, los significados de su nuevo ser y tal vez sus defectos. Pero eso no le molestaba tanto, pues estaba acostumbrado a la dependencia y además el nosequé de incertidumbre atenuaba sus dudas que eran más bien impuestas y no como el rocío en verano. Lo que le andaba transformado los días lluviosos y de viajes tediosos y de libros que ya no quería interpretar porque la interpretación ya la habían dado siempre otros (y cuando realizó la idea se arrepintió de estudiar literatura) no eran sus dudas cuanto una sola certeza: él, sintió que su egoísmo narcisista lo había llevado a automutilarse las ganas más de una vez, peor aun, por querer ser siempre el eslabón perdido o el sumo de los sumos sacerdotes de algo que los mortales llamamos vida, no había podido jamas vivir para sí mismo, como hubiera sido comprensible en cualquier egocéntrico que se respete, sino que había vivido como en una escena de teatro en la que él pretendía siempre la parte del principal y por eso cambiaba de máscaras continuamente, y por eso nada le parecía suficiente, y por eso hasta para amar había pedido un permiso tácito a los demás integrantes de la escena. "Quisiste ser contradicción y lo lograste" le hubiera dicho un ser inmortal si hubiera tenido el tiempo de conocerlo enteramente; él se decía más bien que era un estúpido con todas sus letras pues siempre había pensado hacer las cosas por sí mismo, criticando a la moda globalizada, a los uniformes, a las tendencias insulsas de su generación y a las de otras generaciones; él, el grinch del arte y de-la-vida o del teatro en su caso, muy metafóricamente hablando, había vivido para todos ellos, los que aborrecía, los que amaba, con los que había establecido una simbiosis tan profunda que era invisible, y que le había hecho creer, durante su pequeño paso por el mundo, que en realidad era él quién tenía el control. Cuando se dio cuenta enumeró una a una las cosas que había creído hacer para sí y que en cambio había hecho para que el público tenga un qué decir de él. Entre las tantas cosas que descubrió, las más cruciales para su desarrollo personal por ejemplo también eran de estos descubrimientos; el hecho de darse cuenta, demás está decirlo, le desgarró hasta el alma y-la-conciencia quizás. Recordó que su relación más larga, la comenzó para desagradar a su relación anterior y porque alguno de sus amigos le había dicho que aquella chica le parecía muy bonita; recordó además que su afán por la literatura nació de una crítica bastante inconciente pero absolutamente certera, bien argumentada e incisiva que él mismo le había hecho a Vargas Llosa, alguien (puede que haya sido un profesor) le dijo que tenía talento para escribir, y para-demostrar-que-sí se quitó de derecho y estudió letras; pero lo peor de todo fue cuando recordó también, que una de las razones por las cuales él había logrado ser el ser menos estereotipado de todos, entre el estudio/trabajo y las fiestas/viajes, entre la sabiduría y la vida, entre la sonrisa y el llanto, la paz y la guerra, la mierda y el diamante, era porque había querido ser en su adolescencia, todos sus amigos y hasta a veces sus conocidos al mismo tiempo, y esto porque agradaban tal vez más que él a los demás. Fue esa la gota que derramó el vaso, todo en su vida parecía una mera ficción, un collage de retratos ajenos, una búsqueda por lo otro despreciando lo otro, un espejismo de lo que alguna vez creyó eficaz y que terminó por consumirlo hasta reducirlo en una identidad mixta y pordiosera que negaba su propia naturaleza, que le negaba ser quien quería y peor aun, quien pretendía ser. A cada día se sentía morir y tenía que sonreír; por las noches resucitaba del sueño de estar ahí casi por incertidumbre y retomaba responsablemente, como resignado su intachable monotonía. Así fue por esos tiempos, pero el día de mierda era un día particular porque esta vez, solo esta vez, detrás del vidrio y de las praderas doblegadas con un trazo de acordeón, rodeado de gente que odia y ama al mismo tiempo, con su libro pantagruelesco al lado y su corazón polifemico, con sus dudas y sus certezas metafísicas o extraordinarias o muy banales, esta vez se había sentido por primera vez en su vida, solo, enserio.
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