Allá por dónde la cordillera y las montañas que se pintan de blanco, me contaron, no existe la delincuencia como fruto de la ignorancia, allí es más bien especie de arcoiris con mucha escarcha. Allá los carnavales se tiñen de tradición, los bailes típicos y los trajes, el aguardiente y la pachamanca, la virgencita y el wayno indígena. Así me decía un compatriota al otro lado del mundo, renegando, añadía que en Lima las cosas jamás fueron las mismas y yo que me sentía tan conforme del azfalto y las nubes grises también le conté mi tradición; le dije del vals y la marinera de los domingos, del cebiche y las demás maravillas marinas, de los amaneceres en el malecón y de las chelas en el barrio. Y aunque no nos comprendimos, supimos que el Perú es grande, yo lo envidié como no había hecho en mi vida, porque yo no conosco todas las tierras que pisó Arguedas y estoy muy lejos de ser el criollo José Antonio, y mi ignorancia de las tradiciones comienza y acaba en unos libros de Matto de Turner y Scorza; unos indiecitos pintados por un tal Sabogal; las canciones que nos eseñaron en primaria; algunos platos típicos hechos de la tierra y en la tierra, e inciertos documentales y propaganda del Imperio. Fui ignorante, lo soy incluso, de la ironía de mi país, y si el destino fuese más amable, dejaría de llevarme de aquí hacia allá dentro de Europa, y comenzaría a llevarme de aquí hacia allá dentro de nuestra multicultural patria, en dónde el realismo mágico no es una corriente literaria, si no una realidad casi tangible, en dónde la contaminación es una distopía y en dónde las cosas más simples nos hacen felices de una felicidad que no experimentó nunca quién vivió siempre en ciudad, de un goce casi siniestro y dueño de todo, en dónde los paisajes, por supuesto, inspiran hasta a la peor alma, en dónde no muere nuestro pasado, en dónde es rica nuestra cultura. Yo te extraño, Perú, tanto que no te pienso y por eso mi conciencia se ha molestado conmigo y hoy me ha hecho más que nunca llorar lágrimas por tu ausencia y me ha hecho soñar a las personas por las que quiero volver, todas son una, y una son todas, y se lo merecen más que yo, a mi cariño. Hay gente aquí, otros seres sombríos que odian ser ellos mismos y odian a los suyos, y odian su cultura y sus orígenes, y reniegan de ese país-tortura que los vio nacer, del racismo que ellos mismos inculcan y de la delincuencia de la que son dueños también; a ellos los tengo bien lejitos de mi corazón, sin aborrecerlos, porque ellos no saben de lo que se pierden, no saben de lo que se han perdido en sus décadas de existencia y no sabrán lo que verdaderament es el Perú si no abren un poquito los ojos; pero qué más da, si ni la cultura de los que los hospitan aprecian, no saben de Garibaldi como no saben de San Martín, ni de Tupac Amaru ni de Mazzini; ajenos a sus oídos son Bocaccio y Aligheri, como lo son Vallejo y Ribeyro; para ellos César es un nombre e Inka un oprobio; aquellos que no tienen patria, su existencia pasará inadvertida y sus cenizas se unirán a cualquier cosa menos a la tierra. Yo sí tengo patria y por cierto no es esta, aunque me pague los estudios, mi patria es parte de algo más sin ser tan vieja, mi patria tiene penas que aquí ya no existen, mi patria tiene sonrisas que acá no hay; por eso y por todo la he amado como a todas mis amantes y a los mios, como a mis comidas y a mi música, como a mi arte y a Escribir.
venerdì 27 febbraio 2015
giovedì 19 febbraio 2015
Biología de la adicción
Mi cuerpo se despertó con ganas de fumar, no fui yo, lo juro que fue mi cuerpo, si yo ni siquiera extrañaba la acción y anoche (si se puede decir anoche al lapso de tiempo que pasa de seis de la mañana a dos de la tarde) soñé con mucha marihuana, aunque también soñé con ella, ¿quién sabe por qué las relaciono tanto?, quizás porque me gustan ambas con una intensidad desmedida y algo en mí -como mi conciencia- me trata de convencer de que no son más que veneno. Pero el hecho de soñar ya es bastante grave, me sentí como cuando por falta de sexo se me da por tener sueños húmedos; bueno, dos cosas a tal punto eran ciertas: me faltaba fumar y, no sé si más o menos importante, me faltaba ella. Llamé a Paco -por las puras francamente-, anduvimos por horas buscando hierba, nada que ver con este país hipócrita que no la legaliza, se ahorrarían tantas cosas y ayudaría a crecer su tan mediocre economía. Encontramos a los negros; sí, de esta parte del mundo son más lo africanos quienes se dedican a despachar estas cosas. Un producto de mierda, todavía tuve que exigir -algo que odio hacer- para que me sirvieran lo adecuado; ahora nos acabamos el "combo" y nada que ver; en Lima se encuentra mejor y más facil, ¡cómo extraño mi país carajo! Ella estará por allá sin estos problemas de si sí o no cuando llueve muy fuerte, o de si haya algo abierto después de las ocho; amando bajo ese calor -reconozcámoslo- una se olvida fácil de mí; comiendo esa comida, ufff, ¿quién mierda se fuera de allí?, aquí estamos los huevones, por pensar que Europa y el arte y esos cuentos que nos metieron los artistas latinoamericanos, y también por nuestra estupidez, por pensar que París es Europa, por no saber que París es único en su especie y que ni Venecia ni Roma, ni Barcelona ni Madrid, ni Francoforte ni Londres son París. Los resultados son tangibles: mala hierba, tabaco a precios altos, leyes hasta el culo, universidades descuidadas, adicciones interminables, lluvia infinita, frío desastroso y cuántas rémoras más que no acabaría de describir; pero sinceramente, nada de todo esto me podría haber dolido más que el hecho de no estar cerca a ella. Mejor me vi una película para no pensar en todo lo que me está quitando Vicenza y en todo lo que se están divirtiendo por allá, mi promoción escolar, mis amigos del barrio y de la universidad -que para variar- suben fotos al Facebook diariamente de lo bonitas que son las playas y las discotecas en la costa del Perú y en otras partes, sin este frío que quema, sin esta gente que aburre; una de Kubrick por vez 'cuchumil', me gusta tanto como juega con las cámaras aunque ni idea tengo de los nombres técnicos de sus tomas, pero normal, tampoco tuve que aprender teoría para darme cuenta de que Gabo es el único regionalista latinoamericano que es leído en todo el mundo. Pero nada me resuelve Kubrick, ni siquiera la hierba estafada; así que después de tanto hueveo, me toca un poco de lingüística, digo, por algo estoy aquí, la bendita universidad, y lo peor es que cada vez más, me convenso de que a ser escritor nadie te puede enseñar, yo mismo, encerrándome con filosofía moderna y algunos de los grandes por tres meses, haría más progresos en mi arte que con mis tres años de universidad, pero ya saben, si no es convención es tendencia, en mi caso es el plan b y para que nadie me joda con que no tendré un buen trabajo si sigo pisando al vacío. La lingüística me aterra, la entiendo pero no la memorizo y mi examen es el martes, y es increíble como después de cada párrafo y poco a poco, me revuelven la cabeza las imágenes que hasta ahora no recordaba de ella anoche; es como si este pedacito de lucidez que consigo cuando estudio, me haya sanado tanto la cabeza que hasta mis sueños me hace recordar, en una suerte de confusión de argumentos tan loca como mi ex. Entonces: la categoría de las lenguas flexibles, a la cual, pertenece el italiano, se diferencia de tres distintas categorías y que hermosos son tus ojos cuando brillan y me hacen pensar en un universo dentro de ellos; tú no eres una isla, eres un mundo lleno de amor y de las lenguas del tipo SOV son las más frecuentes de las casi siete mil lenguas del mundo, seguidas por las del tipo SVO, entre las cuales el español, y de la suave forma de tu andar en esa ¿fiesta? en la que te seguía como un perro, como jamás lo hice, para decirte que te extraño. Bueno algo así, sucesivamente por toda la noche, hasta que mis ojos se cansaron pues otra vez las seis, y el texto, de tanto ser confundido, ya piensa hasta él más en los labios de ella que en las lenguas indoeruropeas, y de seguro también la imagen de ella está cansada de ser evocada cada cierto tiempo por mi conciencia sin encontrar más iniciativa que mi recuerdo, entre marihuana y Kubrick, entre lingüística e Italia; sin saber que las personas como yo, no necesitamos decir que amamos para creerlo, y que al contrario, mientras menos lo digamos más sentimos, y vamos, no se haga la tonta, que en este idioma mudo nos diplomamos los dos ya hace tiempo.
domenica 1 febbraio 2015
Esa parte de mi alma
Porque después del gusto viene el disgusto habían dicho tantas veces, y tantas otras, esta vida había querido demostrarlo. El arrepentimiento, ese maricón; un libro abierto, posado sutilmente en el sofá; las continuas imagenes de un recuerdo que jamás vi, y que hacen mal, porque mis alucinaciones suelen tener alas y cuernitos; y la taza de café en la mesita de centro. Café, de las drogas que el mundo occidental no puede prohibir; en el 800 uno o muchos escritores italianos le hicieron un homenaje al café, sí que son absurdos por este lado del mundo, yo jamás le hubiese hecho un homenaje al pan con mantequilla o al arroz en las comidas, pero no importa, el libro está abierto y sin ser leído, creo que es un pecado más capital. Repaso las primeras líneas, son versos decasílabos escritos en gallego-portugués, sí que es anormal este poema, pobrecitos sus creadores, ellos creyeron que hacían una novela y yo con este agobio, solo puedo creer que ni el café ni el libro sirven para estos males de amor. Si al menos en sus casi quinientas páginas, Florentino hubiese encontrado una cura, pero no, él no quería curarse, y muy en el fondo, tal vez, tampoco yo. El ser humano, dicen los amantes de la ciencia, tiene la capacidad de percibir 24 imágenes por segundo; yo no me entiendo de ciencias, pero cada vez que sueño con tus ojos, me parece vivir tres o cuatro años de más, ¿y si la ciencia no funcionara cuando el amor? Por supuesto, esta angustia no será eterna, ni el asco, ni la ilusión, y no sé ni porqué escribo esto, quizás porque el arte, ese largo sendero hacia la divinidad, no me deja en paz desde hace mucho, y las cosas que hace, a tu brillor le agrega escarcha, a tu belleza imponencia y a tus ideas, retórica; el arte, si en la antigüedad también la ciencia era una de las grandes artes y la filosofía y la retórica una vez más, y posiblemente también la lucha. Ahora me encuentro con dos ejemplares distintos de un mismo cuento, ambos escritos en normando, y no puedo no reprocharte que hayas dejado a esta humilde carne sin su luz, derrepente una gota en el libro, cae de mi mejilla, clavándose en el ejemplar de Oxford, en el cual Tristán elije una imitación de su amada, pero yo no quiero imitaciones, ni alguien con tu nombre, ni con tu belleza, mucho menos con tu peculiar forma de ser, yo quiero una tú, hecha y derecha, y no puedo dejar de culparme, precisamente porque tú nunca quisiste un yo, y no te culpo; las personas como yo tienen mucho que dejar en cada uno, las personas como yo solo saben regalar tristezas y en nuestra inocencia, nos sentimos Platón, pero abrirles los ojos no es algo que sirva, sobretodo cuando los tontos viven mejor. Eso yo te había dado, un pedacito de mi alma, pero no como a este libro medieval mi lluvia, ni como a esa taza de café mis reflexiones, ni como a este recuerdo mi imaginación, yo te había dado esa parte de mi alma, como se da el sol al día, como se da la belleza al tiempo.
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