venerdì 30 giugno 2017

El sendero invisible entre la Ficción y la Verdad: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (Borges)


 Los ensayos y cuentos de Jorge Luis Borges parecen querer sugerir una proximidad inaudita entre la realidad y el sueño. Para el argentino, al parecer, la ficción no solo imita a la realidad (como había proclamado Aristóteles respecto al teatro), sino que también la realidad imita a la ficción. ¿Cuál es el límite entre ficción y realidad, entonces? Para Borges la cultura misma está basada en los libros, considerados todos y cada uno de ellos, y en todos sus formatos. No es desvarío de su poética el hecho de que algunos de sus textos se puedan basar en tratados de alquimia o en azares de la Cábala. En La Esfera de Pascal, 1951 (Otras Inquisiciones, 1952), por ejemplo, declara que “Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas” (Borges, 1974, p. 636).
Para argumentar la idea de que la realidad puede ser el resultado de la ficción, se ha privilegiado Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, cuento que expone una gran cantidad de temas típicamente[1] borgianos. Desde el prólogo a El jardín de los senderos que se bifurcan Borges adelanta el tema a tratar. En el párrafo final se lee:

Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario. (…) Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios. Éstas son “Tlon, Uqbar, Orbis Tertius” y el “Examen de la obra de Herbert Quain” (Borges, 2015, p. 89).

A partir de aquí, el lector percibe fácilmente un interés metalingüístico y/o meta-literario de parte del autor, pero ¿qué tan acertado es hablar de “interés meta-literario” cuando se hablará de una literatura que jamás existió? Lo que quiere exponer Borges en la introducción a su obra es una de sus técnicas narrativas favoritas, es decir “la ficción dentro de la ficción”. Resulta fácil para Borges saltar de un nivel de ficción a otro, más fácil aun porque para él la literatura no tiene identidad personal[2], en cambio, cada libro se refleja en algún otro, o en todo caso, se funda en un pasado literario entero. Esto resulta en el hecho de que todas las ficciones hablen de otras ficciones. Respecto a esta idea, Fernando de Toro (de Toro, de Toro, 1999, p. 146-147) ha llegado a conclusiones que valen la pena mencionar. En su ensayo sobre Borges, Derrida (considerado el padre del deconstruccionismo) y Faucault, sugiere que Borges ha cometido un “parricidio” fundando un nuevo paradigma literario y de pensamiento. Para él, Borges elimina la idea del arte como mímesis[3] (otra concepción aristotélica) y crea el paradigma de la “imitación de la literatura”, en contra de la concepción de Aristóteles de arte. Verbigracia, el mismo Borges en Las versiones homéricas, 1932 (Discusión, 1932) dice que: “la Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librería internacional de obras en prosa y verso, desde los pareados de Chapman hasta la Authorized Version de Andrew Lang o el drama clásico francés de Bérard o la saga vigorosa de Morris” (Borges, 1974, p. 240). Como invitando al lector a no creer más en la literatura como una mímesis, sino como una imitación de otras literaturas.
 La intertextualidad que sugiere Borges en la cita anterior aparece además en varios de sus cuentos. En Tlön, se verá que la intertextualidad muchas veces se limita a referir libros inexistentes. Alfonso de Toro (de Toro, de Toro, 1999, p. 153) a propósito, introduce un listado de las varias referencias en el cuento, llegando a la conclusión de que en Tlön: “la ausencia de referencia es total: la realidad es la de los libros y los libros son imaginarios, se trata de una escritura de radical autoreferencialidad y de un regressus ad infinitum”. Esta ausencia de referencia puede causar confusión en el lector (confusión que se presta bien al objetivo del cuento) y es típica de una mira hacia la búsqueda de un matiz de la idea del “eterno retorno”.
            La idea nietzscheana del “eterno retorno”[4] sugerida por de Toro en la cita anterior ha sido sugerida a su vez por la prosa borgiana: la circularidad del relato es evidente. No solo por la ausencia de referencias concretas, sino por la estructura misma del cuento.
A continuación, un pequeño resumen: el narrador, un Borges ficticio cuenta sobre un evento pasado que lo llevó al descubrimiento de Tlön: una cena con su amigo y colaborador, el escritor Bioy Casares[5]. Durante la cena, Bioy había mencionado una sentencia interesante. Este, había recordado que la sentencia había sido pronunciada por un personaje de un país desconocido; acotando luego que en una enciclopedia hablaban de ese extraño lugar. Desafortunadamente, por más que buscaron, no encontraron nada al respecto. Al otro día, en una edición falseada de la misma enciclopedia encontraron cuatro páginas sobre Tlön (el país desconocido). Luego de un par de años, el Borges ficticio encontró además todo un volumen acerca de ese territorio, que ahora se sabía, era imaginario. Un tal Herbert Ashe, amigo del padre del narrador, antes de morir había recibido un libro del cual se apoderó el Borges del cuento. Ese volumen era un estudio atento sobre las lenguas de Tlön, su filosofía, sus materias humanísticas, su idealismo, su geografía y otras materias remarcables de ese extenso mundo imaginario. El narrador a este punto desaparece a favor de un nuevo narrador del cual no se tiene información alguna. Este, que data su testimonio años después del primer narrador, cuenta como los objetos de Tlön comenzaron a aparecer en la tierra, que ahora se enseña el idioma y la historia de Tlön y que pronto el mundo será Tlön. Una sentencia en la que el narrador se muestra indiferente ante el caos de ese mundo, y una propuesta que parece sugerir un reestudio de los textos literarios cierran el cuento.
Desde el inicio, abundan las alusiones semánticas a la imitación y a la falsedad. Solamente en el primer párrafo (Borges, 2015, p. 91-92), ya se observa que la palabra “espejo”, por ejemplo, viene usada cinco veces; también hay palabras y frases de significados similares como “falazmente”, “reimpresión literal, pero también morosa”, “la ejecución de una novela”, “desfigurara los hechos”, “la adivinación de una realidad”, “la cópula”, “multiplican”, “país indocumentado”, “heresiarca anónimo”, “ficción improvisada”. Por otro lado, el mismo párrafo menciona además objetos y sujetos reales, haciendo convivir realidad y fantasía. Por ejemplo, se mencionan a su amigo Bioy Casares, a The Anglo-American Cyclopedia, a la quinta de la calle Gaona y a los atlas de Justus Perthes. Cabe resaltar que aquí se ejemplifica el primer párrafo a modo de resumen de todo el cuento, también de la obra. En realidad, las referencias a personajes y objetos ficticios, interpelados a personajes y objetos reales son comunes en Ficciones. Parece que Borges sugiere la imitación desde un nivel semántico como una pista hacia el tema del cuento en general. No solo pretende jugar con el lector, sino que quiere exponer ya la idea de la falsificación. Pues, entrelazando los significados (denotativo/connotativo) a partir de su red lingüística, sugiere matices distintos en un solo ente (la palabra). Esta estructura semántica paradójica, laberíntica, que mira a la ruptura de una referencialidad coherente se ve acompañada de un uso sintáctico, igualmente, tendente a ejemplificar la falsificación, la distorsión del significado[6]. Verbigracia, un heresiarca de Uqbar[7] había declarado “que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”[8] (Ivi, p.91).
El espejo, en muchas culturas y sobre todo en la cultura latinoamericana es un elemento importante que puede llevar a representar diferentes ideas sobre la identidad según la crítica más recurrida. Se intuirá fácilmente que tal vez también en el escritor argentino el espejo pueda representar la crisis de identidad latinoamericana, pero este hecho viene desmentido inmediatamente. Cuando “José Arcadio Buendía” sueña con el futuro “Macondo” en Cien años de soledad, 1967, se dice literalmente que es una “ciudad de espejos”, al final de la odisea, García Márquez la llama no solamente “ciudad de espejos” si no que completa la idea con “ciudad de los espejismos”. A Horacio Oliveira, en Rayuela, 1963, le ocurren dos historias, no necesariamente complementarias, algunas del “lado de acá” y otras del “lado de allá”, ¿no intentó también Cortázar acaso representar una obra-espejo o espejismo? Carlos Fuentes dijo al respecto en El espejo enterrado, 1992 que:

Los espejos simbolizan la realidad, el sol, la tierra, y sus cuatro direcciones, la superficie y la hondura terrenales, y todos los hombres y mujeres que la habitamos. Enterrados en escondrijos a lo largo de las Américas los espejos cuelgan de los cuerpos de los más humildes celebrantes del Altiplano peruano o en los carnavales indios de México, donde el pueblo baila vestido con tijeras o reflejando el mundo en los fragmentos de vidrio de sus tocados. El espejo salva una identidad más preciosa que el oro que los indígenas le dieron en canje a los europeos. ¿Acaso no tenían razón? ¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un proyecto de la imaginación? (Fuentes, 1992, pp. 11-13)

El “hombre doble” latinoamericano se encuentra en un constante conflicto interno, entre su herencia europea y aquella más autóctona a su región. Pero, aunque muchos hayan querido ver también en Borges un interesado por los compromisos latinoamericanos; en él, los espejos adquieren diferentes significados. En la sentencia del heresiarca de Tlön, la dualidad del espejo tiene la tarea lúdica de la confusión, del acertijo, de la duplicación, de una identidad que puede ser mutilada al infinito y perderse en uno de sus tantos recorridos[9]. Intrínsecamente, a través del heresiarca Borges está diciendo que su cuento en sí es abominable, porque es un sinnúmero de copias, como el espejo que puede multiplicar incluso imágenes ya fraudulentas. Aquí pues, se falsean significados, ficciones, realidades, creencias, etc. poniendo en el mismo plano, elementos que comúnmente no podrían estar juntos[10].
Luego, en el cuento, Bioy Casares llama a su amigo para aclararle que lo suyo no fue una “ficción improvisada por la modestia”, como ese había creído. La sentencia real, Casares la había encontrado en el volumen XXVI de la enciclopedia, era: “mirrors and fatherhood are hateful” (Borges, 2015, p.92) y no “copulation and mirrors are abominable”. Este nuevo punto de vista es muy distinto en cuanto despoja del argumento la importancia de la naturaleza humana (copulation) para entrar en interés más o menos metafísico. “Fatherhood”, efectivamente, puede referir a la paternidad mortal, pero también a aquella divina. Para el cristianismo, se recuerda, dios es padre, y creó al hombre “a su imagen y semejanza” (Génesis 1:26), como reflejando su apariencia en un gran espejo deforme, desde el cielo hacia la tierra. La educación de Borges, como en la mayor parte de los escritores latinoamericanos comenzó a través de la religión. A propósito de la sentencia y de los espejos, María Kodama, viuda de Borges, en su estudio Borges ante la religión habla del ensayo Una vindicación del falso Basílides (Discusión), al respecto, a modo de resumen, explica que: “hay una serie de divinidades en los cielos […] esas derivaciones de Dios decrecen y se abaten, a medida que se van alejando hasta fondar en los abominables poderes que borrajearon con adverso material a los hombres” (de Toro, de Toro, 1999, p.16). De aquí se puede sugerir que para Borges la realidad es un espejo deformado de la morada de las divinidades (o divinidad), el hombre es el simulacro de dios, y del mismo modo en el que dios pudo crear a Borges, asimismo él creó un sinnúmero de ficciones[11]. Por estas mismas razones el espejo puede resultar abominable.
La sentencia completa del heresiarca la refiere el narrador después: “Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan” (Borges, 2015, p.92)
Aquí, el universo se prefigura como una falacia, al menos el universo que conforma Tlön que luego será la tierra, entonces ¿la tierra será una falacia? Abominable sería que a pesar de la decepción de vivir en una falacia tal cual, esta decepción se multiplique por culpa de la paternidad y de los espejos. Es decir, el heresiarca de Tlön es más o menos consciente de vivir en un simulacro, porque como recordaremos se trata un mundo idealista y la idea del mundo como simulacro entra más fácil en el cuadro de este pensamiento. En verdad, el heresiarca de Tlön vive en el simulacro del simulacro (mundo realàmundo verosímilàTlön). Esta estructura concuerda con el pensamiento que el argentino tiene sobre la literatura fantástica.
En la conferencia de Montevideo citada en la introducción[12], Borges dicta una serie de procedimientos de los que se vale la literatura fantástica; uno de estos sería “la introducción de la obra de arte en la obra de arte”. Ejemplifica luego el procedimiento con un pedazo de la segunda parte del Quijote, en dónde los personajes principales se leen a sí mismos[13]. Con la introducción de este matiz, en Tlön, Borges pretende cortar las distancias entre la realidad y el sueño hasta eliminarlas; no solo literariamente, sino metafísicamente. Para lograr su cometido, no le bastará una correspondencia entre tres distintos niveles de “realidad”, él irá a por más. De aquí que Tlön, Ficciones, “toda su obra” sea laberíntica, pero no de un laberinto cualquiera, sino de un laberinto sin fin, más aterrador que cualquier otro laberinto. De aquí que cuando se hable del cuento se pueda hablar de regressus ad infinitum[14].
Que Borges quiera abrirle las puertas al sueño para entrar en la realidad y viceversa no es novedad. Ya en Del Culto a los libros (Otras inquisiciones) el argentino cita a Leòn Bloy en cuánto: “somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo” (Borges, 1974, p. 716).
La realidad y la fantasía, para el escritor de ficciones no son tienen límites, pues si todos los libros son algunos libros, y libros tales como La Ilíada o La Santa Biblia son capaces de crear patrones de conducta. La cultura occidental, a posteriori, es resultado de las muchas obras de arte. Nietzsche vio en la mitología griega el ejemplo de muchas virtudes humanas, aquellas actuales, típicas del ser humano. Jesús enseñó, mediante fábulas, la humildad (la moral de esclavos para el filósofo alemán) que también hace parte hoy de la cultura de este hemisferio. Para Borges este paso, desde Homero hasta Nietzsche, es muy difícil de comprobar pues el cuerpo humano tiene limitaciones temporales[15]. Sin embargo, porque tiene conciencia de su historia y una erudición amplia, es consciente de que su idea puede ser sugerida, y lo que hace, como harían los antiguos alquimistas (a quienes también ha leído) por todo el mundo, es exponerla en códigos (en el caso del poeta, en ficciones).
De vuelta al cuento, la edición de la Angloamerican que contenía Tlön, era también una imitación, cuatro páginas diferían. El Borges ficticio sentencia: “El pasaje recordado por Bioy era tal vez el único sorprendente. El resto parecía muy verosímil, muy ajustado al tono general de la obra y (como es natural) un poco aburrido” (Borges, 2015, pp.92-93). Aquí parece que Borges quisiera derrumbar la dignidad del realismo al tacharlo de aburrido y darle una apreciación positiva al sueño, por el contrario. Cuando se dice que la literatura de Uqbar[16] era solo de carácter fantástico (como lo es la obra de Borges) se completa esta idea de otorgarle a la literatura de ficción la dignidad que se le quita a la realidad.
Luego una bibliografía ficticia inunda el cuento. Remarcable, el sujeto imaginario ‘Johannes Valentinus’, un presunto teólogo alemán inventado por De Quincey; ese, se dice, habría descrito durante el siglo XVII “la imaginaria ciudad de la Rosa-Cruz” que luego otros fundaron[17]. La prefiguración de una ciudad que no existía y que luego de su creación “poética” se haya fundado “físicamente”, es lo mismo que pasará con Tlön, es lo mismo que pasará con la realidad del cuento, ¿es lo mismo que pasa también en la realidad? Adelantando el final, Borges no ha arriesgado, porque no hay principio ni final en un cuento a forma de Uróboros.[18]
Luego, se cuenta en el relato que pasaron dos años para que el personaje se encuentre -casualmente- el volumen de una enciclopedia de 1001 páginas sobre Tlön. Con asombro y excitación reconoce que se trata de un planeta -y no de un país- documentado y articulado como si de verdad existiese. Esta vez, en el cuento, se explica que muchos personajes conocidos (pensadores y no) saben de la existencia de aquel tomo. Es decir, que el misterio de ese mundo se ha vuelto de orden público. Algunos, como Alfonso Reyes (quién existe de verdad) proponen recrear los demás tomos “jamás encontrados de Tlön”. También se explica que se ha descartado la posibilidad de un solo creador, se ha descartado que la virtud de la invención pueda pertenecerles a todas las profesiones que se necesitan para crear un planeta[19]. Luego, el narrador adelanta una vez más la finalidad del cuento, cuando dice: “Al principio se creyó que Tlön era un mero caos, (…); ahora se sabe que es un cosmos (…)” (Ivi, p. 96). El “ahora” del narrador, se sobreentiende, es el futuro de la narración y en ese ahora Tlön ya existe (es un cosmos).
 Cuando se está por describir el planeta ficticio se introduce una máxima bastante borgiana en la que se delata el origen de la influencia del cuento: el idealismo de Berkeley. Para el filósofo empirista no hay nada afuera de la mente, así niega incluso la materia. Borges coge la idea del inmaterialismo[20] para Tlön y la radicaliza hasta la exageración, creando una Tierra, un espejo de la Tierra (deformado) conforme con la realidad metafísica de las teorías de los idealistas. Un planeta, que en todos sus ámbitos niega los fenómenos, reemplazándolos por actos.
Para llegar al pensamiento de Borges conviene analizar ciertas particularidades de ese planeta imaginario. La negación de los sustantivos en uno de los hemisferios de Tlön es una consecuencia del pensamiento de sus pobladores, seguramente; pero es también la prueba de que si en la tierra los hay (los sustantivos) es por una cultura colectiva en la que las cosas conviven unas con otras y no se suceden (como en Tlön). El interés metalingüístico-metafísico de Borges lo llevará a proponer una inversión de estos cánones como resultado final (como luego se verá). Algo así parecía querer sugerir también Lacan cuando dijo: “C’est le monde des mots qui crée le monde des choses” (Lacan, 1966)
            Se dice además que los verbos en Tlön sí existen. Por ello se quiere considerar que es imposible hasta para Borges negar el hecho de “crear” o “pensar” por ejemplo. El verbo es importante para la creación. Del otro lado del hemisferio, en ese mismo planeta imaginario, se dice que la adjetivación crea al sustantivo, de este modo la subjetividad se hace reina de la nominación (se pueden agregar cuantos adjetivos quepan en la descripción del objeto). Así, un objeto podría ser diez palabras o cien. Parece que Borges quisiera despojar de raíz la correspondencia saussureana signifiant/signifié[21] del signe linguistique. En realidad, no solamente el idioma de Tlön quiere ser anti-estructuralista, sino también la prosa borgiana (porque como se expuso en anterioridad, la multiplicidad de significados sirve para aumentar la confusión del lector). Uno de los ejemplos que salta fácilmente a la luz, es el uso de distintos idiomas, obviamente, subyugados al español[22]. El argentino, estaba seguro de que nombrar era limitar. La subjetividad lingüística se subyuga a la subjetividad literaria y esta a su vez, a la subjetividad metafísica. De esta forma colocando una vez más elementos distintos en grados iguales para poder traspasar paulatinamente los cimientos cognitivos mundialmente soldados sobre la realidad y la ficción.
            El personaje (Borges, 2015, p.97) dice luego que: “(…) abundan los objetos ideales, convocados y disueltos en un momento, según las necesidades poéticas”. Y enseguida: “El hecho de que nadie crea en la realidad de los sustantivos hace, paradójicamente, que sea interminable su número”. Parece que de esta forma Borges quisiera recordarle al lector que la langue (de la Tierra) aun siendo finita, puede dar como resultado combinaciones infinitas. Esta capacidad de la lengua, no viene descuidada. Borges es consciente del poder de la creación poética[23]. En el cuento se dice también que varias escuelas de Tlön niegan el tiempo; otras, la historia del universo; otras, a dios[24]. “El sofisma de las nueve monedas de oro” expuesto en el relato, equivale a las cuarenta paradojas de Zenón, con las que Borges estaba muy emparentado. En su Elogio de la sombra, 1970, él mismo recuerda que su padre: “Cuando era muy joven me demostró con un tablero de ajedrez la paradoja de Zenón -Aquiles y la tortuga, el vuelo inmóvil de la flecha, la imposibilidad del movimiento” (Borges, 1971, p.138)[25]. Las paradojas dentro de la obra de Cervantes son memorables y frecuentes; en la de Borges, irremediables, infaltables[26]. En efecto, en ese mundo, sería blasfematorio pensar que unas “monedas perdidas” sigan existiendo luego de tres días, porque las monedas no “son” (en Tlön, solamente lo divino puede “ser”, lo demás es a partir del pensamiento). El laberinto de la paradoja del heresiarca y sus negaciones consecuentes se vuelve caótico con el pie de página aposto: “*En el día de hoy, una de las iglesias de Tlon sostiene platónicamente que tal dolor, que tal matiz verdoso del amarillo, que tal temperatura, que tal sonido, son la única realidad. Todos los hombres, en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una línea de Shakespeare, son William Shakespeare” (Borges, 2015, p.100). Aquí, se contemplan dos grandes ideas que hacen parte de la filosofía borgiana[27]. La primera es aquella de la negación de la identidad; la segunda es la idea de la lectura como reescritura de la ficción en sí misma.
            La primera es absolutamente importante para esta argumentación; a propósito, Rodriguez Monegal (1983, p. 50) en Borges por él mismo, dice que para Borges “no hay un ‘yo’ coherente”. Graciela Ricci (2002, pp. 50-53) llama a ese proceso (que se ha descrito como negación de la identidad) “desdoblamiento”. Para ella, Heráclito y Borges utilizan la metáfora del río para dos tareas distintas. En el segundo, el río querría significar el fluir de ideas superpuestas, incluso si polares. Esto es, una confusión lógica, como una metáfora del universo, que es paradójico, caótico. Es visible; metiendo todo en un trayecto de misma valencia, la vida y la literatura son lo mismo para el fluir del río-tiempo. Exponer que el tiempo y el río son iguales (como lo hace Borges), que el hombre y la naturaleza son parte de un todo, no es exponer acaso que también la ficción y la realidad son de la misma índole. En Tlön no se habla de ríos, pero la anulación del tiempo y sucesivamente la pérdida de identidad expuestos son claro ejemplo de la idea de un caos universal. Un caos que se percibe en Tlön que es también la metáfora de la tierra. La utopía de ensueño que puede resultar el planeta ficticio para los idealistas no deja de ser un laberinto, un espejo deformado (que refleja como el río). El último heresiarca del que se habla, en efecto, iguala todos los seres del universo, y luego a dios, en una sola entidad.
Nada es realmente nuevo, las múltiples identidades se reducen a una única). De lo último que se habla en Tlon (el cuento) es de los hronir, objetos duplicados gracias al idealismo de ese planeta. Parece que Borges aprovechara también de este modo para continuar con sus sugerencias. Niega el tiempo, pues los hronir son capaces de modificar el pasado; al mismo tiempo niega el signifie, pocos objetos son los originales, todo lo demás es un espejismo o una cáscara de algo que no hay. Carecen de un sentido real que no sea el de las ganas de alguien astuto de crear algo espontáneamente (una vez más entregando a un nivel real una metáfora lingüística). Cuando se habla de derivación de otros hronir en el cuento, parece que el escritor ha querido además agregar la misma idea de que las literaturas son autorreferenciales. Es normal en Borges, hacer un palimpsesto de toda una filosofía, de toda su filosofía. A este punto el Borges ficticio desaparece. Un nuevo narrador, cuenta lo que sucedió luego de esa fecha desde el futuro (1947)[28].
Para sellar la circularidad de su idea y también del cuento, Herbert Ashe (el ingeniero amigo del padre del primer narrador) vuelve a figurar, esta vez como uno de los demiurgos de aquel planeta. Como se había intuido, Tlön es obra de generaciones de hombres financiados por un millonario de nombre Buckley, también este personaje, cae en las redes lingüísticas de los espejos, pronunciando un sofisma, en cuanto quiere demostrarle a un: “dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo” (Borges, 2015, p.104).
Luego, el caos se vuelve dueño del mundo del relato. Al principio se habían hablado de veinte volúmenes, ahora se hablan de cuarenta, que no son la obra en sí, hay una más grande, escrita en una de las lenguas de Tlön. Ahora ese Universo de imaginación entra a ser parte del universo verosímil. Se encuentra una brújula extraña, con letras del alfabeto de Tlön; se encuentra un objeto cónico que simboliza alguna divinidad de Tlön. Se dice que en 1944 “la realidad cedió en más de un punto” (Ivi, pp.106-107). Ahora en las escuelas se enseña la cultura de Tlön y en cien años, se atreve a predecir el narrador, “El mundo será Tlön” (Ibidem).
¿Es la literatura capaz de entrar en la realidad del hombre? Parece que Borges respondiera con un “sí”. En la parte final de su cuento, no solamente expone la avidez del ser por querer ser dios o sentirse dios (criatura que, al fin y al cabo, podría haber sido una metáfora usada por el hombre y ya olvidada hace muchos años, como sucedió en el planeta del narrador, en dónde su historia se confundía con la historia de Tlön). Es cierto, el hombre se ha olvidado que quién escribió Corán también fue un hombre, pero el amplio número de islamistas cree todavía en un Alá, por ejemplo. De esta misma forma, en el cuento apenas revisado, los terrícolas ficticios pasan a reconocer en Tlön, un mundo de verdad. Vale la pena mencionar, que la diseminación de objetos de Tlön por verdaderos habitantes de aquel planeta, no fue jamás, ni siquiera puesta en hipótesis (fueron los mismos hombres que decidieron emular el planeta ilusorio). La idea fue aceptada, el narrador lo dice explícitamente, como una vez el Nacismo, e implícitamente, como una vez las religiones. Tlön es el ejemplo más lógico de la intrusión de la fantasía en la realidad. Este razonamiento heredado, quizás desde Apuleyo, elevado hacia un matiz metafísico, ha sido una hipótesis a partir de una ficción. E incluso en los lectores más escépticos, esta hipótesis post-pone una pregunta de orden gnóstico o metafísico, pregunta que vale cognitivamente una puerta abierta hacia la duda.



[1] Véase la introducción para los temas.
[2] El tema de la literatura como una identidad colectiva se abordará en el segundo capítulo de esta argumentación ampliamente.
[3] El fin del arte según Aristóteles era imitar la naturaleza.
[4] En el tercer capítulo se expondrá el tema de la circularidad del tiempo más específicamente.
[5] La introducción en cuentos de ficción, de personas que existen realmente es un recurso narrativo común en Borges. En el caso de Tlön en dónde la realidad y la ficción se fusionan en un solo mundo, el recurso resulta más que útil.
[6] El tema del cuento es la intrusión de la ficción en la realidad. Importante en este caso la falsificación vista como espejismo deformante de una cierta realidad dada.
[7] Solo luego, en el cuento, se entenderá que al contrario de lo que había pensado al principio el narrador, Uqbar es un país mientras Tlön es un planeta que contiene ese país.
[8] Luego se verá que incluso esa proposición es una falsificación del verdadero pensamiento del heresiarca.
[9] Piénsese en el efecto que causan dos espejos puestos uno frente al otro.
[10] La misma sentencia del heresiarca adelanta el idealismo de Tlön, un idealismo, como se verá, heredado del pensamiento de Schopenhauer, el cual es a su vez una herencia del budismo. En efecto, en el relativismo de la realidad vista como voluntad, Borges encuentra un arma secreta para la creación y para llegar a una constatación metafísica que pueda explicar la intrusión de la ficción en la realidad. Sobre el idealismo borgiano se hablará más adelante.

[11] Entonces si la realidad que concibe el hombre es una deformación de aquella realidad divina, ¿por qué entonces dios, no podría también ser el espejo deformado de alguien más? Verbigracia, en Las ruinas circulares se verá que el ser creador es a su vez la creación de otro ser. Borges parece que quisiera de estar forma negar a dios, o por lo menos niega una forma de dios. No serán las únicas veces, pero el hecho resulta indiferente para la argumentación por lo cual no se explorará en profundidad.
[12] Al principio de este trabajo se cita la conferencia en cuestión.
[13] En la novela de Cervantes, no sería esta la única forma de colisión entre fantasía y verosimilitud. Allí parece que no existieran fronteras impuestas entre esas dos instancias.
[14] Sentencia de Alfonso de Toro, citada al inicio del capítulo.
[15] Porque Borges sabe que sus ideas quizás no se tomarán en cuenta automáticamente por una cultura entera, parece imposible para él llevar su pensamiento hacia una filosofía o comprobar con hechos tangibles su pensamiento.
[16] Zona citada dentro del mundo fantástico de Borges.
[17] Y aquí un ejemplo del paso automático, casi directo de la fantasía a la realidad. En realidad, en este caso, la fantasía entra a formar parte de otra fantasía (sin embargo, al argentino le sirve como ejemplo y para lograr la confusión que quiere despertar en su lector).
[18] Bestia mitológica representada por una serpiente o un dragón que se muerde la propia cola.
[19] Esto es, se piensa, una forma de reconocer la existencia de un mediador, de donar un poder especial a un demiurgo. De esta forma Borges sostiene un discurso de ficción hablando sobre un creador-dios sin tener que saltar hacia temas más gnósticos.
[20] Doctrina de Berkeley.
[21] La bipartición de la palabra fue acuñada por Saussure, padre de la lingüística.
[22] La confusión misma entre fatherhood y copulation expuesta demuestra la subjetividad de los significantes que luego se verá en toda la obra.
[23] Se debe tener en cuenta que al final del cuento la producción poética pasará a formar parte de la realidad, por lo que Borges no puede quitarle dignidad a la palabra.
[24] De estos temas se hablará en los demás capítulos.
[25] En ausencia de fuente directa se cita la edición italiana. La traducción es mía.
[26] A este punto de la historia, Borges se espera ya una intrusión cognitiva de parte del lector hacia esa ficción (es dable que en este laberinto de letras el lector sienta el vértigo que causa la adivinanza).
[27] Estas ideas se explorarán con más detenimiento en los próximos capítulos, por ahora se expondrá la primera para el mejor entendimiento de esta argumentación.
[28] Vale la pena recordar que Tlön se publicó en 1940 en la revista Sur.

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