venerdì 16 giugno 2017
Spleen
Se ha hablado del mal de existir y cuánto se ha hablado. A los jóvenes estudiantes se les enseña del spleen y ellos tratan de imaginar una suerte de tristeza/melancolía/nostalgia/saudade que los lleve a comprender mejor los poetas muertos. La praxis es esa; uno debe de comprender un sentimiento a partir de sus experiencias anteriores, uno debe de intentar comprender ese sentimiento a partir de lo que se dice del sentimiento. Jamás uno se pone a prueba, ni pregunta si es verdad que uno no solo se pueda aburrir de existir fenomenológicamente, sino también cognitivamente, sistemáticamente, trágicamente. Entonces uno se imagina el vacío y dice, "qué dolor", recuerda sus vivencias pasadas, evoca un amor no correspondido, una gran descepción, una pérdida grave, un pianoforte hecho agudos como vidrios que se clavan en la piel, un rencor todavía ardiente, una pasión desenfrenada y dice, "ecco el spleen". Nadie se pregunta si es aquello lo que entendían los poetas, si los locos se vuelven locos por ello, si los suicidios se vuelven vuelos por ello, si de verdad ni los vicios pueden curar ese mal, si en realidad existe eso de lo que se está hablando. Banalizan el mal de vivir temporalmente, especialmente, en sociedad o en soledad, entre tanta dicha y entre tanta mierda, entre novelas y realidades, y vida, tanta vida, y muerte, tanta muerte; banalizan el modus operandi del artista maldito como banalizan todo lo demás sin darse cuenta porque inocentemente, inconcientemente, estúpidamente no saben sentir en cierto modo.
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